Cómo tener una buena comunicación con un adulto autista

Los autistas tenemos algunas diferencias en la interpretación y el uso de la comunicación, tanto hablada como gestual. Conociendo esas diferencias y teniéndolas en cuenta, se puede lograr una buena comunicación. Si bien cada persona es diferente, a continuación detallaremos algunas reglas un tanto generales.

  • Necesitamos literalidad: si usted nos dice algo de manera indirecta, o da por hecho que con decirnos solo una parte de la información, deduciremos el resto, tal vez no se esté comunicando de la manera más efectiva. Trate de poner sus deseos y pensamientos en palabras directas. Por ejemplo: si usted estuviera pasando un mal momento y necesita la compañía de su ser querido autista, con describirle la situación él tal vez no comprenda que usted espera que lo acompañe, inclusive en situaciones en que a usted puedan resultarle obvias. Olvídese que existen las obviedades, lo que para usted es evidente, tal vez para nosotros sea tan dificultoso como deducir qué número saldrá a la quiniela el domingo. Simplemente, podría ser una información que nuestro cerebro no capte, y nada tiene que ver con la atención que le prestemos, o la consideración que le tengamos.
    Si quiere comunicar algo y ve que no fue captado, recurra siempre a palabras directas y claras. A veces la comunicación escrita pueda resultarnos más fácil, ya que no se construye en base a gestos y supuestos.
  • Percepción sensorial diferente: es posible que tengamos algunas diferencias en nuestra percepción, por ejemplo, podemos llegar a ser más o menos sensibles a los sonidos, al tacto, a los olores, y por ese motivo a veces podemos llegar a evitar esos estímulos, o necesitarlos de manera limitada.
  • Podemos llegar a valorar mucho la soledad: necesitamos momentos de soledad y de hundirnos en nuestros pensamientos, como si fuera una válvula de escape. Y, cuando hay alguna situación que nos genera ansiedad, más aún necesitamos de esos momentos de conversación interna.
    Por ese motivo es que si alguien de nuestro entorno estuviera angustiado, es posible que en vez de abrazarlo, tendamos a dejarlo solo. No se trata de un abandono o falta de interés, se trata de que estamos dando lo que consideramos que se necesita en una situación semejante. Le repetimos: si quiere compañía, solo necesita pedirla.
    Tal vez, cada vez que se repita una situación similar, usted deba poner en palabras algo que ya dijo anteriormente, y se pregunte por qué, si en otra ocasión usted manifestó su necesidad, tendemos cada vez a actuar del mismo modo. Es simple, porque cada uno es como es, más allá de cualquier razonamiento, y es probable que del mismo modo que nosotros no captamos cuando usted necesita compañía, usted no capte todas las veces que nosotros necesitamos soledad o silencio, o cuando necesitamos que no nos invadan sensorialmente.
  • Podemos tener un uso diferente del tono de voz, la postura y los gestos: es posible que para la mirada externa nuestra forma de hablar o nuestros gestos no sean acordes a la situación. Tal vez desde fuera podamos aparentar estar molestos, cuando estamos de buen humor; podamos parecer que otra persona no nos cae bien, cuando en realidad nos simpatiza; o que habláramos desde la pedantería, cuando en realidad es nuestra manera de hablar cotidiana, y sin mala intención. Trate de no ser susceptible a esos indicadores externos, porque tal vez no sean verdaderos marcadores de nuestra actitud interna. Y, si tiene dudas al respecto, seguramente no tomemos a mal que se nos las pregunte de manera directa y, por el contrario, agradezcamos la posibilidad de explicarle.
  • Empatía diferente: no es que seamos insensibles a lo que nos rodea, ni mucho menos. Es que por esa percepción diferente de lo que nos comunican, sumado a que nuestras preocupaciones pueden diferir de las más comunes en otras personas, a veces podemos no comprender el motivo de preocupación que genera cierta situación en otra persona, porque a nosotros esa misma situación no nos generaría el mismo sentimiento —y, en cierta medida, ¿eso no nos pasa a todos? Sin ir más lejos: ¿no siente usted que no puede ponerse en el lugar de los autistas, cuando nos causan ansiedad situaciones para usted simples?—. Para dar un ejemplo, puede ser cotidiano para otra persona preocuparse por el tono de voz con que le hablaron, o por cómo la miraron, y eso para nosotros puede resultar difícil de entender, porque tal vez no percibimos esas pequeñas variaciones en el tono de voz que a otros puede llevar a una pelea, y que para nosotros son insignificantes. Pero cuando la causa es algo que atraviesa nuestra percepción empática, por más que sea una situación que nunca hayamos vivido, podemos llegar a tener un sentido de justicia y solidaridad muy profundo.
  • Distinta apreciación de las convencionalidades sociales: muchas veces podemos no comprenderlas, del porqué se hacen, o el porqué no deberían hacerse o decirse, siendo que no genera daño a nadie, y son actos que se realizan solo por cuidar las apariencias. Sin embargo, sí adoptamos con convicción reglas que de no ser cumplidas agravian a la otras personas, posicionándonos inclusive en defensa de quien pueda ser agraviado, aun siendo una persona externa a nuestro entorno cercano.

Los autistas pasamos nuestra vida intentando aprender y adaptarnos al mundo neurotípico, y desde muy pequeños nos dicen cómo deberíamos ajustar nuestras acciones a este mundo. No está de más que el trabajo de comprensión y adaptación venga desde ambos lados, y poder encontrarnos en un punto intermedio que resulte cómodo para todos.

Texto: Insurgencia Autista ONG, organización conformada por adultos autistas.

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