SOY AUTISTA, MaS NO LO PADEZCO

Estoy cansada de leer que se asocie la palabra autismo al padecimiento, y no porque nunca haya sufrido.
Pasé por tratamientos psiquiátricos, tomé psicofármacos hasta sentir que vivía en una nube y hasta no pasar por una puerta sin chocarme el marco con la mitad de mi cuerpo. Transité autolesiones e intentos de suicidio…. Sí, sé lo que es padecer. Y, justamente, porque sé lo que es padecer, sé que hoy no lo hago, aunque (obviamente) sigo siendo autista.

El padecimiento es parte de la vida, todos padecemos en algún momento. Tal vez yo sea más propensa, porque soy diferente, porque me cuesta más entender esta sociedad y que la sociedad me entienda.

Durante años padecí el intentar ser de otro modo, el tratar de pasar lo menos posible por autista y parecer lo más posible neurotípica.
Padecí intentar relacionarme del modo en que me exigían los demás y comunicarme como exigían que lo haga, aunque esos modos me asfixiaran y me anularan. Padecí la exclusión, los prejuicios, la presión de vivir arañando una «normalidad» que nunca llegaba a alcanzar.

Padecí, de mi autismo, los intentos de camuflarme y padecí esforzarme en ser quien no era. Viví mi autismo como un desorden, cuando la única que estaba desordenada era yo, que no encontraba mis propias características, perdidas entre tanta exigencia. Pero todos esos padecimientos en realidad no provenían de mi autismo, sino de las presiones externas.

Dejé de padecer cuando entendí que no había nada de malo en ser yo misma, y dejé de padecer cuando validé mis formas particulares de socialización y de comunicación.

No, hoy no padezco mi autismo. Incluso descubrí lo que se siente disfrutar de relaciones en las que puedo ser cien por ciento yo.
Lo que hoy padezco, es que se nos siga invalidando cuando, por ejemplo, nos catalogan de padecientes.

Texto: Analía Infante, integrante de Insurgencia Autista ONG.

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