Hay días en que mi existencia autista es leve, liviana como una pluma, puedo con ella y hasta me resulta fácil y agradable. Esos días puedo disfrutar, con cada poro de mi ser, la calidez del sol en mi piel o un momento de calma introspectiva.
Hay días en que mi autismo es una carga insoportable. Se acumulan los pensamientos obsesivos, la saturación sensorial con las migrañas y vértigo que estas provocan, la desesperanza, la incomprensión y la soledad.
Soy todo eso, soy calidez y desesperanza. Y nunca dejaré de serlo.
Hay días en que nos debemos conformar con el simple hecho de seguir vivos, como si la inercial acción de respirar fuera un gran logro. Aunque tal vez esto no sea algo tan simple ni superfluo. Tal vez esa es la elección más valiente que debemos tomar, día a día.
Texto: Analía Infante, integrante de Insurgencia Autista ONG, organización conformada por adultos autistas.