No le voy a hacer el favor de darle la respuesta digerida. Entonces se preguntará, ¿por qué debería de seguir leyendo? Porque tal vez, al terminar el texto, encuentre la necesidad de cuestionarse prácticas que hasta el momento consideraba incuestionables; y porque no estamos buscando respuestas, estamos buscando preguntas que nos lleven a repensar conceptos.
Y si usted se pregunta: «¿Quién rayos es esta, que se cree con derecho a pedir que me cuestione?», le respondo que nadie en particular: solo soy una de tantas personas autistas que han pasado por un abuso sexual en la infancia, y también tengo la tarea de criar a un hijo autista… Pero no le permito que mentalmente musicalice esta nota de forma melodramática, ya que estaremos enfocados en la prevención, y no en lamentarnos.
𝐍𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐛𝐚́𝐬𝐢𝐜𝐚𝐬 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐞𝐝𝐮𝐜𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐬𝐞𝐱𝐮𝐚𝐥
Tampoco les daré una lección sobre educación sexual ─para eso les adjunto los enlaces de personas mucho más capacitadas─, pero sí quisiera que me ayuden a revisar si estas nociones las estamos aplicando de forma coherente con la educación general que le damos a nuestros hijos.
Sabemos que, para evitar toda forma de abuso, es indispensable educar de modo en que los niños identifiquen las situaciones que les producen agrado, de las que les producen desagrado. También es necesario que sepan que siempre deben comunicarles a los adultos a cargo, cualquier situación que los incomode, y que es fundamental que el adulto se muestre receptivo y dispuesto a comprender la verdadera importancia que tiene para el niño la situación que vivió y sus sentimientos ante ella. Todo esto es imposible de construir sobre un verticalismo que no propicia el diálogo sino la subordinación, y si no comprendemos que lo que puede no ser una experiencia violenta para una persona, sí puede serlo para otra.
Antes nos criaban bajo la premisa: «Anita, esta desconocida es tu tía Tota. Si no le das un beso ─aunque te pintarrajee con su labial y te pinche con los bigotes─, eres una maleducada». Ahora sabemos que forzar a los niños a este tipo de situaciones que los incomoda y en donde deben obedecer instrucciones sobre cómo ser accesibles al contacto no deseado con terceros, es una forma de volverlos vulnerables al abuso y al desconocimiento de que su consentimiento tiene valor.
𝗢𝘁𝗿𝗮𝘀 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝘀 𝗱𝗲 «𝗯𝗲𝘀𝗮𝗿 𝗮 𝗹𝗮 𝘁𝗶́𝗮 𝗧𝗼𝘁𝗮»
No, aquí no les daré tips para que sus hijos saluden a la tía Tota como ella quiere… Que la tía Tota se arregle, que bastante mayorcita está como para hacer berrinche.
Lo que vamos a hacer, es buscar situaciones equivalentes, pero que tenemos normalizadas.
Ahora sí, hablemos específicamente de autismo: ¿en cuántas situaciones sus hijos muestran ─ya sea por su sensibilidad sensorial, por saturarse socialmente o por apego a su rutina─ que no se sienten cómodos, y porque se supone todos los niños deben adaptarse a ellas, desoímos sus necesidades particulares? Y, ¿cómo van a aprender, de ese modo, que NO es NO?
No me voy a tirar de cabeza contra las terapias ni contra darles herramientas sociales a nuestros hijos, pero sí creo que es necesario que esto se haga en conjunto con una revisión de si estas situaciones son realmente necesarias, si hay factores que pueden evitarse, si no minimizamos sus sentimientos de rechazo, y si no los exponemos a estas situaciones en realidad para que los adultos sientan que están logrando transformar a su hijo en un niño neurotípico.
Por ejemplo: estar en un aula, con treinta personas más, para mí siempre fue un suplicio. Viví mis años de educación con migrañas, ataques de pánico y depresión. Lo que para otros niños era un espacio de aprendizaje y diversión, para mí fueron años de tortura por ser demasiado sensible a los sonidos, olores, y por saturarme socialmente con el contacto cotidiano. Tenía la capacidad de aprender en una sola clase particular lo que no había podido atender en clase, y así aprobar los exámenes. Manifesté mi malestar de todas las maneras posibles, dentro de mis posibilidades como niña autista, hasta que con el tiempo fui aprendiendo que a nadie le importaba mi malestar, o que me sintiera dañada física y psicológicamente: tenía que callarme y seguir.
¿En cuántas situaciones incómodas ponemos a nuestros hijos sin preguntarnos primero, cómo y por qué? Ir a un supermercado, un cumpleaños, el acto de la escuela, ponerse las medias, cortarse el pelo… ¿Nos preguntamos si sus berrinches están justificados, y nos tomamos el tiempo necesario para que sientan que los escuchamos y entendemos?
𝗘𝗻𝘁𝗼𝗻𝗰𝗲𝘀, ¿𝗰𝗼́𝗺𝗼 𝗲𝘃𝗶𝘁𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗲𝗹 𝗮𝗯𝘂𝘀𝗼 𝘀𝗲𝘅𝘂𝗮𝗹?, ¿𝗻𝗼𝘀 𝘃𝗮𝗺𝗼𝘀 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀 𝗮𝗹 𝗨𝗿𝗶𝘁𝗼𝗿𝗰𝗼?
Tranquilos, tampoco es mi idea que dejemos de tener cuidados básicos, ni estoy aquí para invitarlos a armar una comunidad hippie. Solo les pido a aprendamos a repensar y separar las situaciones necesarias, de las que no lo son.
Sé que el sistema educativo y los mecanismos de inclusión social no nos acompañan, pero si no cuestionamos y no tenemos en claro qué es lo que hay que cambiar, estos seguirán tal cual están: obsoletos.
Todas las personas tenemos derecho a ser escuchadas, y a que las particularidades de lo que nos incomoda sean tenidas en cuenta. Todos tenemos derecho a recibir educación sexual, a no ser infantilizados solo por contar con una condición que de ningún modo anula nuestras necesidades sexuales. Tenemos derecho a repensar, a cuestionar y, sobre todo, a construir una sociedad diferente: una que nos incluya a todos.
𝗔𝘂𝘁𝗼𝗿𝗮: Analía Infante, integrante de Insurgencia Autista ONG (organización conformada por adultos autistas).
𝗘𝗻𝗹𝗮𝗰𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗲́𝘀
Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad. Un enfoque basado en la evidencia, de la UNESCO.
Educación sexual en la escuela. Perspectivas y reflexiones, del Ministerio de Educación de Buenos Aires.
La educación sexual de la primera infancia, de la Confederación de Adolescencia y Juventud de Iberoamérica, Italia y el Caribe.
Una de las definiciones de violentar, según la Real Academia Española: «Dicho de una persona: Vencer su repugnancia a hacer algo».