Mañana termina el 2019. Como autistas, algunos no vemos más que un cambio en el calendario occidental que, si bien lo usamos constantemente para organizar qué cosas hacemos y cuándo las hacemos, no es más que un ordenamiento que cambia todo el tiempo. No solemos festejar que cambiamos del 3 de enero al 4 de enero, si bien eso pasa solamente una vez al año (bueno, quienes cumplan años el 4 de enero tal vez lo hagan).
Algunos racionalizamos tanto ese tipo de cosas, que las fechas y las conmemoraciones nos parecen casi ridículas. Otros, sin embargo disfrutan mucho lo simbólico, lo conmemorativo (¡y está perfecto!). Entonces, ya desde los primeros días de diciembre, están pensando con quién lo van a pasar, qué comerán y con qué brindarán en ese momento exacto donde el reloj pasa de 23:59 a 00:00. Este escrito no es una crítica hacia ellos, en absoluto, porque me parece incluso dulce tanto preparativo para un cambio que se da cada 24 horas y, si nos ponemos más específicos, segundo a segundo, milésima a milésima, ya que es el tiempo pasando, simplemente. No solo es tierno, sino que creo que hasta puede funcionar como una excelente excusa para reunirse con seres queridos, estar un rato juntos y disfrutar de un festejo que cada quién elige festejar.
Entonces, ¿cuál es el problema? Que algunos, por alguna extraña razón, se empiezan a tomar tan en serio el fin de año que se olvidan de lo que realmente significa: el cambio de un día a otro. Algunos parecieran interpretar «fin de año» como «fin del mundo» o, al menos, como «fin de algo que no sé qué es pero que me obliga a apurarme y a estar irritable».
Es una realidad que, por distintas razones, en estas fechas la gente suele estar más irritable y molesta. Algunos lo están porque realmente sienten esa sensación de ansiedad, de que algo se termina. Otros, sin embargo, tienen una ansiedad mucho más concreta e identificable: estar rodeados de la gente que especifico anteriormente: gente apurada e irritable. Es una extraña reacción en cadena por la cual, incluso quienes no ponemos gran carga emocional en estas fechas, terminamos por ponernos gruñones, irritables, molestos y deseando que el calendario cambie de una maldita vez.
Quisiera hacer un aparte muy especial: dije que era una buena excusa para reunirse con seres queridos, pero eso es porque estoy hablando de individuos particulares, un poco fuera de contexto. La verdad es que todos tenemos contextos, y también les pasa a muchísimos que, por mandato social, tradición familiar, etc., muchos se sienten a reunirse con gente que no elegirían el resto del año, o a bancarse situaciones a las que preferirían escapar, de ser posible.
Les contaré un secreto a todos los mayores de edad: ¡es posible! No es necesario ir a donde no quieren ir, ni estar con quien no quieren estar. Y a los padres, si sus hijos prefieren no estar con la tía Pirula, ¿por qué obligarlos? ¿Acaso la tía Pirula no les dejará 30 departamentos en herencia si no van a su casa? (Si la razón fuera esa, déjenme decir que son unos hipócritas de cuidado).
Es absolutamente posible no cumplir con cada uno de los mandatos que el calendario nos impone, por lo cual, a quiénes eso los altera, cuídense. Quiéranse un poco más y háganse respetar. Sean felices y festejen (o no) como quieran hacerlo. Yo sé que la tía Pirula puede pensar que son unos egoístas, pero ¿realmente vale la pena inmolarse por alguien a quién solo ven una vez al año y que, cada vez, desearían no ver? ¿No vale mucho más nuestra propia paz?
Por todo lo expuesto, les dejo mi especialísimo deseo para este fin de año: no se irriten tanto, porque también irritan a los demás, incluso a quienes no queremos ser irritados. Se transforma en una bola de nieve absurda de molestia constante y nadie la pasa bien, ni los que no festejamos el cambio de año ni los que sí lo festejan. Sean felices y respiren profundo varias veces antes de salir corriendo que, de última, pasado mañana todo va a seguir estando ahí donde lo dejaron hoy, exceptuando el número de año.
Autora: Constanza Pozzati, integrante de Insurgencia Autista ONG, organización conformada por adultos autistas.