Soy autista y quiero que mis características sean validadas y aceptadas, sin cuestionamientos, sin frases simplonas al estilo Coelho y sin que me sugieran utilizar eufemismos para nombrar lo que siento y lo que soy.
Quiero disfrutar libremente de las cosas que me gustan, como inventar palabras —sin que me caiga a policía de «lo que se debe decir»—, y así poder andar autisteando por esta vida tan autísicamente autista, tanto como me dé la autística gana.
Soy autista y no quiero que me digan que las cosas que me pasan, en realidad les pasan a todos, porque «todos tenemos un poco de autismo». No digo que ser como soy sea terrible, porque solo es una forma más de ser. Pero esta forma de ser es diferente, y hasta que no pude ponerle un nombre y reconocerme como autista, solo veía en mí a una persona dañada… porque los demás veían en mí a una persona dañada.
Quiero poder evadirme de la realidad para recargar pilas, sin presiones ni exigencias. Dejar de hablar, de registrar al entorno, o escuchar una y otra vez la misma canción, son acciones necesarias para mí, porque mi capacidad para enfrentar la socialización no es moldeable ni se estira cuanto al otro se le dé la gana; cuanto mucho, se rompe.
Muchas personas repiten frases como: «todos somos iguales», o su variante: «todos somos personas» —Oh, me acabas de sacar de la duda, ¡hasta el momento creía que era un lavarropas!—. Estas personas no se dan cuenta de que, de este modo, lo único que consiguen es anular nuestro derecho a ser diferentes. Necesitamos que aprendan sobre nuestras diferencias y traten de entenderlas, porque solo así estas serán aceptadas… Nosotros seremos aceptados.
Soy autista y quiero autistear.
Se tenía que decir, y se dijo.
Autora: Analia Infante, integrante de Insurgencia Autista ONG.